En diciembre de 1866 la reina Isabel II y su esposo, el rey consorte D. Francisco de Asís de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, emprendieron una visita oficial a Portugal que constituyó un importante acontecimiento en las relaciones entre España y Portugal en el siglo XIX. La reina Isabel II viajó a Lisboa con el objetivo de fortalecer los lazos de amistad y cooperación entre ambos países.
Durante su estancia en Portugal, Isabel II fue recibida con gran pompa y ceremonia por el rey Luis I de Portugal y su corte. Asistió a numerosos actos y eventos sociales, incluyendo una cena de gala en su honor y un baile en el Palacio de Ajuda. También visitó lugares emblemáticos de la ciudad, como el Monasterio de los Jerónimos y la Torre de Belém.
Esta visita fue vista como un importante gesto de reconciliación entre España y Portugal, que habían mantenido relaciones tensas en el pasado debido a conflictos territoriales y políticos. La visita fue bien recibida tanto en España como en Portugal, y se consideró un éxito diplomático y un momento significativo en la historia de las relaciones entre ellos dos países, aunque poco después las tensiones entre España y Portugal volvieron a surgir debido a un incidente en la frontera entre ambos países.
Así, el 9 de diciembre de 1866 se inició este viaje real desde Madrid a Lisboa por tierras manchegas y extremeñas hasta llegar a su destino.
La parada principal en La Mancha fue en la capital Ciudad Real. Tras llegar a la La Estación de ferrocarril de la Puerta de Ciruela que fue engalanada y remozada para la ocasión, la reina y el resto de la familia real marcharon a la iglesia de Santa María del Prado –que aún no había sido designada Catedral- donde le fue entregado el título de Hermana Mayor de la cofradía de la Santísima Virgen del Prado. Isabel II y su séquito se alojaron en el convento de La Merced de la calle Caballeros (que más tarde fue instituto de Segunda Enseñanza, y actualmente es el Museo de la Merced) para, al día siguiente, reanudar el viaje.
Pero Ciudad Real no fue la única parada en los pueblos de la provincia, lo hizo en varios más, repitiéndose en todos ellos la misma situación. El tren paraba en la estación (engalanada para la ocasión), donde era esperado por los respectivos ayuntamientos y gran cantidad de personas, además de banda de música e incluso bailarines y bailarinas. Tras unas breves palabras y saludos, la comitiva iniciaba de nuevo el viaje hasta el siguiente destino.
Así, antes de llegar a Ciudad Real, el tren real paró en las estaciones de Alcázar de San Juan, Manzanares, Daimiel, Almagro y Miguelturra.
Este viaje tuvo una parte trágica que sucedió al llegar el tren a la estación de Daimiel. Una espesa niebla se extendía ese día sobre la citada estación donde se habían personado una gran cantidad de gente que al no entrar en los andenes, empezaron a invadir las vías. Al llegar el tren no tenía visibilidad y acabó arrollando a numerosas personas. El resultado fue de cinco muertos (otras fuentes señalan siete) y veinte heridos.
¿Y en Miguelturra? La comitiva llegó a nuestra añorada estación tras su parada en Almagro y allí fueron recibidos por los representantes del ayuntamiento y un gran número de personas según nos cuenta el cronista oficial del viaje (estos viajes reales solían llevar un cronista, un dibujante y un fotógrafo oficial) en la prensa de la época: “Miguelturra no fue menos ardiente en la expresión de sus sentimientos de profundo y entrañable amor a sus Reyes. Se confundían en aquellos pueblos las ideas y sentimientos de ahora, con los sentimientos e ideas de otros tiempos, o mejor dicho, parecían revivirlas antiguas generaciones con la presencia de la Reina y de su augusto esposo. Fue tan noble tierra, hoy todavía denominada Campo de Calatrava, el glorioso campamento de aquella orden insigne, inmortal en nuestra historia, cuna de un sinnúmero de héroes y baluarte inexpugnable de la religión y de la patria. Altísimas tradiciones consagran aquel suelo, y el nombre de la orden de Calatrava enorgullece con justicia a sus nobles y altivos habitantes. ¿Cómo no hablan de latir de júbilo todos los corazones a la presencia de su reina, gran maestre de la Orden y símbolo de sus glorias, y ante S. M. el rey, Clavero mayor, al nombre de cuyas dignidades se presenta un mundo de recuerdos?”
Se puede afirmar pues que la reina Isabel II estuvo saludando y siendo agasajada en Miguelturra 21 meses antes que la revolución conocida como La Gloriosa acabase con su reinado en septiembre de 1968.
- Fuentes: La Época (09/12/1866); La España (22/12/1866)