La amenaza constante de lluvia no impidió que Miguelturra viviera uno de los momentos más solemnes de su Semana Santa. La noche del Viernes Santo estuvo marcada por la emoción contenida, la fe inquebrantable y un cielo caprichoso que obligó a acortar el recorrido de la procesión del Santo Entierro.
Las previsiones meteorológicas no eran halagüeñas, pero finalmente el tiempo dio una tregua suficiente para que las hermandades pudieran salir a la calle. Eso sí, con un itinerario más breve de lo habitual, lo que no restó un ápice de recogimiento y respeto a una de las citas más esperadas por los fieles.
A las 20:30h se abrían las puertas de la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción, dando inicio a una estación de penitencia que arrancó con la imagen del Santísimo Cristo de la Piedad, arropado por su hermandad y acompañado por los sones de la Agrupación Musical que lleva su nombre. Tras él, la imagen de Nuestra Señora de las Angustias avanzaba entre cirios y miradas de devoción, escoltada por la Unión Musical Ciudad de Valdepeñas.
El cortejo continuaba con la participación de la Hermandad del Santo Sepulcro, cuya imagen titular fue trasladada por la mañana desde la ermita de la Soledad hasta la parroquia, para unirse después a la procesión, protegida por la presencia solemne de los Armaos. Cerraba la comitiva la Hermandad de Nuestra Señora Dolorosa de la Soledad, cuya imagen bajo palio puso el broche de oro a esta jornada de fe, escoltada por mantillas, penitentes y la Banda de Música Maestro Víctor Sancho, de Bolaños de Calatrava.

El alcalde de Miguelturra, Luis Ramón Mohíno, no faltó a la cita, acompañando a los representantes de las hermandades y al clero en una noche en la que la tradición fue más fuerte que el temor a la lluvia. Como dicta la costumbre, el cortejo se dividió durante el recorrido: mientras el Cristo de la Piedad regresaba a la parroquia, el Santo Sepulcro y la Dolorosa se dirigían a la ermita de la Soledad.
La decisión de adelantar las entradas a los templos se reveló acertada, ya que justo con los pasos en las puertas de los templos comenzó una intensa tromba de agua que no llegó a empañar una noche en la que la fe volvió a abrirse paso entre las nubes.