Dos médicos de Miguelturra ante la justicia

En la mañana del jueves, 24 de septiembre de 1908, se encontraron en las inmediaciones de Miguelturra José Castellano Mora y Narciso Castellano Romero. Narciso preguntó a José cuándo iba a pagar la deuda que tenía pendiente con su suegro. José contestó airadamente a su interlocutor, y Narciso, irritado al oírle, le lanzó varios golpes con un palo causándole varias lesiones en los brazos, cabeza y parte posterior izquierda del tronco. D. Casio Clemente, médico-titular de Miguelturra, fue requerido para que asistiera y curara a José. Tras hacerlo, dio parte al Juzgado Municipal.

El miércoles, 7 de octubre de 1908, D. Casio consideró al herido restablecido de sus lesiones, y decidió dar el parte de alta al Juzgado Municipal; pero, antes de hacerlo, como José seguía quejándose de dolores en diversas partes del cuerpo a los que no encontraba explicación, pidió a su compañero, Daniel Sánchez Vizcaíno, también médico-titular de Miguelturra, que reconociera al paciente y confirmase si estaba o no para darle el alta. D. Daniel, tras reconocerlo, determinó que no encontró nada anormal y que sus lesiones estaban curadas, por lo que comunicaron al Juzgado el alta de José.

El lunes, 12 de octubre de 1908, tenía previsto celebrarse en el Juzgado Municipal de Miguelturra el juicio de faltas de José contra su agresor, Narciso; pero José, en lugar de comparecer en el juicio se fue en un carro hasta el Hospital Provincial de Ciudad Real donde pidió ser reconocido por un médico de este establecimiento. El médico que lo reconoció comunicó al juez municipal que José padecía «varias contusiones de primero y segundo grado en el lado izquierdo de la espalda y brazo izquierdo», y «una intensa congestión pulmonar del lado izquierdo». El agredido interpuso una denuncia en la Audiencia Provincial de Ciudad Real contra el agresor y los médicos que le habían atendido en Miguelturra. Un año después, el lunes, 11 de octubre de 1909, D. Daniel Sánchez Vizcaíno y D. Casio Clemente López recibieron la notificación en la que constaba que quedaban procesados en unión del agresor, por los delitos de falsedad y lesiones respectivamente.

Hasta tres años después del procesamiento, el viernes, 29 de noviembre de 1912, no se celebró el juicio oral en la Audiencia de Ciudad Real. En él, a pesar de que el fiscal pidió la absolución de los médicos, el juez tuvo más en cuenta los argumentos de la acusación particular y condenó a Casio y a Daniel a cuatro meses y veintiún días de arresto mayor por falso testimonio. Los médicos no se conformaron con la sentencia que les condenaba e interpusieron un recurso de casación por infracción de ley contra la sentencia en la sala segunda del Tribunal Supremo de Justicia.

En este Tribunal con sede en Madrid, continuó el proceso. El abogado que representó a los médicos basó su defensa en dos aspectos. Por un lado, que ellos habían actuado con total honestidad teniendo en cuenta los medios materiales de los que disponían; de hecho, en su informe hablan del dolor que aqueja a José al cual no encuentran explicación (es posible que el lesionado tuviese la congestión pulmonar que descubrió el médico del Hospital de Ciudad Real, pero ellos no la detectaron). Por lo tanto, el tribunal de Ciudad Real había confundido un posible error profesional con un falso testimonio. Y, por otro lado, que no existía, por parte de los médicos, ninguna finalidad ni intención lucrativa ni de ningún otro tipo que explica la comisión del acto delictivo, es decir, faltaba en este caso el elemento intencional constitutivo del delito.

La defensa de los médicos utilizó un informe que resultó definitivo y que pidió elaboraran varios médicos comandados por el prestigioso doctor D. Tomás Maestre Pérez (doctor en Medicina, Director del Instituto de Medicina Legal y Toxicología y miembro de la Real Academia Nacional de Medicina de España).

Así, el lunes, 21 de abril de 1913, se conoció la sentencia absolutoria del más alto tribunal de la nación para los dos médicos de Miguelturra. En ella, el juez afirmaba“… bajo juramento emitieron dictamen… de que el señor Mora se hallaba completamente curado de varias lesiones …, no encontrando explicación (añaden) a los dolores de que se quejaba, y esta advertencia espontánea y precautoria establece una duda explicable ante las deficiencias de la ciencia médica al alcance de los declarantes…”; “… comparecido el lesionado en el Hospital Provincial cinco días después, se le apreció por los médicos de este establecimiento benéfico la persistencia de las equimosis o contusiones de referencias, es de estimar jurídicamente que tan importante deducción, por sólo la existencia de estos signos exteriores, no determina, por modo necesario, falsedad especifica en lo dictaminado por los primeros médicos… y mucho menos puede determinar tal falsedad… ni que los recurrentes faltaran en su informe a lo que realmente sabían o entendían, condición característica para incurrir en sanción penal.”

Este caso tuvo una gran repercusión en aquellos años, ya que la comunidad médica lo tomó como un gran triunfo de la profesión y se volcó con Casio y Daniel. Así, ambos médicos, escribieron una carta de agradecimiento (imagen) en la Revista Sanitaria de Toledo el 23 de mayo de 1913. Por otro lado, el 10 de julio de 1913 el insigne doctor y autor del “Manual del Practicante” (libro de texto de referencia para quienes estudiaban esa carrera), Arturo Cubells Blasco escribe en la prestigiosa revista de medicina publicada entre 1911 y 1936, “España Médica”, un amplio artículo que titula “Dos médicos perseguidos por la Justicia” haciendo una numantina defensa de los dos médicos en la que concluye: “Es verdaderamente lamentable lo sucedido. Es triste que durante cuatro años hayan estado los médicos de Miguelturra bajo el peso de la acusación de los falsantes y sujetos a los sinsabores y responsabilidades de un proceso, pero, al fin, hay que felicitarse de que el más alto Tribunal de la nación haya hecho cumplida justicia”. Por último, el domingo, 12 de abril de 1914 en el Palace Hotel de Madrid, recibieron a las 18:00 h. D. Casio y D. Daniel un homenaje de la clase médica española “por la absolución e injusto procesamiento con motivo de funciones médico-forenses”.

Por cierto, el letrado que defendió a los médicos y que, según la prensa de la época, “supo llevar al ánimo de los jueces la convicción de la inocencia de sus defendidos” tiene nombre y apellidos: D. Rafael Gasset Chinchilla; ¿les suena?

Daniel Sánchez Vizcaíno: Ejerció como médico titular de Miguelturra desde los primeros años del siglo XX hasta finales de 1917.

Casio Clemente López: Tras obtener el título de Bachiller en la Universidad de Sevilla, en 1886, estudia Medicina obteniendo por oposición la plaza de alumno interno en el Hospital General de Madrid en 1890 y licenciándose en junio de 1893. Entre 1895 y 1898 es médico provisional del ejército en Castellón, pasando posteriormente a la reserva. Desde finales del siglo XIX es médico titular de Miguelturra. Su labor como médico fue más allá de las fronteras locales, así, en 1911 es nombrado médico agregado del servicio de Ferrocarriles del ramal de Ciudad Real en Miguelturra, perteneciendo luego a la Asociación de Médicos ferroviarios. Posteriormente llega a ser Vicepresidente de la Asamblea de Médicos Titulares de la Federación de Sanidad Civil (1913) e inspector Municipal de Sanidad (desde 1919). En mayo de 1930 es congresista en el II Congreso de Sanidad Municipal de Zaragoza y en enero de 1932 participa en la Asamblea extraordinaria de Médicos Titulares celebrada en el salón de actos del Senado en Madrid. En sesión plenaria del Ayuntamiento del 24 de noviembre de 1936 se aprueba su jubilación.Además de su labor como médico, fue un hombre muy culto, llegando a tener una gran biblioteca que luego heredaría su sobrina política, Mercedes Fisac. También, hay que destacar que a nivel local fue durante muchos años Hermano Mayor de la Hermandad del Cristo, contribuyendo a su engrandecimiento y siendo el principal propulsor de la obra de reconstrucción de la cúpula de la Ermita que estaba en un estado calamitoso. Las obras finalizaron en 1931 y costaron 154.631 pesetas recaudadas en Miguelturra.

Tras su jubilación se fue a vivir a Daimiel (de allí era natural su esposa) donde falleció en agosto de 1948.

  • Fuentes: Diario de Córdoba (07/09/1886 y 29/06/1893), El Eco de Daimiel (23/07/1890), Anuario Militar de España (1898), Anuario de Ferrocarriles Españoles (1911), El Debate (22/04/1913), Revista Sanitaria de Toledo (01/06/1913), España Médica (10/07/1913 y 15/05/1930), La Correspondencia de España (18/10/1913 y 10/04/1914), Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real (16/07/1917), La Voz de Aragón (07/05/1930), El Imparcial (19/11/1930) La Voz (11/01/1932). Boletín Oficial de Médicos de Ciudad Real (12/1935), Lanza (01/09/1948) y BIM (10/2011)

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