Ayer, el corazón de Madrid latió al ritmo de la esperanza. Desde Miguelturra, un numeroso grupo de fieles de la parroquia local se unió a los más de 85.000 asistentes que abarrotaron la Plaza de Cibeles para celebrar la tercera edición de la Fiesta de la Resurrección, un evento organizado por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y la Universidad San Pablo CEU. «Nada como celebrar en comunidad que Cristo ha vencido a la muerte mediante la música; y es que el que canta reza dos veces», apuntan desde la Parroquia del municipio.
La jornada comenzó con la energía contagiosa de DJ El Pulpo, que por tercer año consecutivo puso a bailar a los asistentes desde el primer minuto. La voz cálida y cercana de Javi Nieves, locutor de Cadena 100, guió y animó a un público entusiasta que no solo acudió a un concierto, sino a una verdadera fiesta de fe y vida. Frente a la emblemática Fuente de Cibeles, los hermanos colombianos Cali & El Dandee desplegaron su talento, interpretando algunos de sus éxitos más populares que resonaron con fuerza entre el público.
La emoción subió aún más con la actuación del sevillano Beret, capaz de combinar sensibilidad y mensaje en cada verso, y con la entrega de Kike Pavón, uno de los grandes referentes actuales de la música cristiana en España. También se subió al escenario Pablo del Prado, ganador del primer Concurso «Música y Fe», demostrando que la juventud sigue encontrando en la fe una fuente inagotable de inspiración.
El grupo andaluz Siempre Así y Hakuna Group Music completaron el cartel, aportando frescura, alegría y hondura a una tarde que fue mucho más que un concierto: fue una auténtica proclamación pública de la Resurrección. Además, en un momento especialmente emotivo, todos los presentes se unieron en oración por el Papa Francisco, rindiendo homenaje a su pontificado y su incansable testimonio de amor.
Para los peregrinos de Miguelturra y para todos los presentes, esta Fiesta de la Resurrección fue una experiencia inolvidable: un recordatorio luminoso de que, más allá de cualquier oscuridad, la vida ha vencido. Y esa alegría, compartida en comunidad, es un signo imparable del amor de Dios.