Decir adiós al Carnaval es triste, penoso, difícil. Por eso, en Miguelturra esa despedida la hacemos “por todo lo alto” con nuestro gran desfile como colofón a todos los días anteriores de euforia y divertimento.
Siempre he querido saber el por qué del nombre de “domingo de piñata”, pero no he logrado encontrar documentación de Miguelturra que me lo aclare. Lo que sí he logrado son comentarios sueltos, como el de una persona, no nativa aquí pero con abuelos churriegos, que le contaban como vivían el “domingo de piñata”. Según me iba contando, iba recordando la misma historia o similar a la que he oído a mis antepasados.
Hacia mil ochocientos y… muchos, se celebraban bailes de máscaras en los centros que había entonces. Ocurría, como en el siglo siguiente, que las máscaras, debían quitarse el antifaz o careta al entrar al recinto para identificarse, aunque después se la volvían a poner para poder “dar broma” dentro de la estancia. Durante esos bailes “corrían” todo tipo de viandas, tanto dulces como saladas y, ¡como no!, bebidas de todo tipo en abundancia. Había personas que invitaban a todos a una “ronda”, y entre bailes y “rondas” pasaban la noche. Los bailes no se prolongaban tanto como ahora, pues alrededor de las tres de la madrugada se finalizaba y acababa todo.
La noche del domingo, como culminación del Carnaval, rompían la “piñata”. Ése era el momento más esperado, pues las mujeres se tiraban al suelo para conseguir los preciados premios que contenía la “piñata”, y al hacerlo, los hombres podían ver algún tobillo o parte del cuerpo descubierto de las mujeres, que en su empeño de conseguir los regalos descuidaban sus atuendos, y alguna zona del cuerpo quedaba libre de telas.
Una vez concluido este juego, el Carnaval quedaba clausurado.
Pueden ser ciertas estas historias porque he leído que se hacía en otros lugares algo parecido, como en algún pueblo de Galicia, León o Cádiz.
La historia de la “piñata” parece que tiene su origen en China, donde la celebraban en Año Nuevo, y fue Marco Polo quien llevó el evento a Italia y de allí pasó a España. Los españoles la introdujeron en el continente americano, y en México se hizo muy popular como elemento de evangelización, que el pueblo mezcló con algo parecido de su cultura.
Hoy en día, ha hecho el viaje de vuelta y se ha introducido de nuevo en España para la celebración de cumpleaños infantiles.
Los mayas la celebraban al final del invierno y era aproximada a la cuaresma. Por eso el catolicismo tradicional le puso este significado:
El palo para romperla representa la fuerza con que se vence al mal, a la falsedad y al engaño.
Los ojos tapados hacen referencia a la fe ciega en Dios.
A la vasija u olla panzuda se la interpreta como el diablo, al que hay que atacar y destruir.
Cuando actualmente se le añaden cintas o papeles de colores pegados a la “piñata”, significan las vanidades del mundo y las tentaciones del demonio.
Los regalos y dulces de su interior son la recompensa por vencer al pecado.
Algunas veces se le ponían picos o pinchos pegados al recipiente, que significaban los pecados capitales, generalmente siete: pereza, envidia, gula, ira, lujuria, avaricia y soberbia.
Esta interpretación era la que le daba al finalizar el Carnaval, rompiendo la “piñata”, y así, al vencer al demonio y a los pecados capitales, entraban puros y limpios a la Cuaresma.
Por eso hay una cancioncilla que decía:
No quiero el oro,
No quiero la plata,
Yo lo que quiero
Es romper la “piñata”