Siguiendo con las apariciones de Miguelturra en distintas obras, nos encontramos con una muy especial, el libro titulado “A narrative of The Peninsula war” (Una narración de la guerra peninsular). Y es especial porque es una obra en inglés que no esta traducida al castellano y porque se trata del relato en primera persona de un oficial británico que sirvió a las órdenes de Moore y Wellington contra las fuerzas invasoras francesas de Napoleón en la península ibérica.
El autor es Andrew Leith Hay, escocés que se unió al ejército como alférez y recorrió gran parte de la península en 1808 como ayudante de campo de su tío, el general Sir James Leith. Durante su estancia en España pasó un período de tiempo considerable recopilando información a través de comandantes de los ejércitos británico, portugués y español y, además, mientras viajaba, Leith Hay hizo bocetos del terreno por el que pasaba que luego incorporó al libro.
El relato, en el que Miguelturra es mencionada en dos ocasiones, de Leith Hay es cronológico y nos va contando desde que desembarca la compañía británica en la Península todas sus andanzas en la guerra contra el ejército francés por los distintos territorios que van pasando. A La Mancha llegan, siguiendo a los franceses, desde Guadalupe y el autor explica el motivo de que los invasores estuvieran en esta tierra: “En ninguna parte de España crece el olivo con mayor frondosidad que en las inmediaciones de este lugar. La provincia de La Mancha, una de las más ricas en España, produce maíz, vino y aceite, en gran abundancia: se convirtió, en consecuencia, en un lugar favorito de las tropas francesas.”
Tras pasar por Agudo, Saceruela, Abenójar y Corral de Calatrava llegan hasta Ciudad Real, donde sus habitantes estaban muy preocupados porque sabían de la cercanía de las tropas francesas.
En este punto es donde menciona por primera vez a Miguelturra, comentando que viaja hasta ella, pero sin especificar el motivo, aunque es fácil entender que lo hizo para ver si los franceses habían llegado al municipio: “Enterado de este estado de sentimiento público, resolví permanecer un breve espacio de tiempo en la capital de La Mancha. Habiendo, mientras tanto, interrogado al magistrado jefe pude obtener la información requerida para guiar mis movimientos, cabalgué a Miguelturra, distante un cuarto de legua y que puede casi ser considerado un suburbio de la ciudad anterior.”
Posteriormente llegan hasta Piedrabuena, pueblo donde permaneció el autor utilizándolo como centro de operaciones para obtener información de los franceses. Y en una de estas excursiones es donde vuelve a mencionar a Miguelturra: “El día 20 crucé el Guadiana, y llegando a Ciudad Real, supe que los franceses estaban en Miguelturra, demasiado cerca para permitirme una permanencia prolongada en el primero, ya que, en estos tiempos, era raro que pasaran muchas horas sin la visita de algunas de las tropas enemigas.”
Tras unos días más de estancia en Piedrabuena y, ante la proximidad de los franceses, optaron por cruzar los Montes de Toledo para dirigirse a Madrid.
A pesar de que el autor no nos narra con detalle los hechos acaecidos en el municipio, sí queda constancia en la obra del paso de la Guerra de Independencia por Miguelturra, guerra en las que bastantes miguelturreños llegaron a luchar en el denominado Ejército de La Mancha.
Por cierto, en el capítulo dedicado a La Mancha me ha llamado poderosamente la atención la forma en la que el autor describe la capital, Ciudad Real; dice así: “En Ciudad Real (provincia), asentada en un llano de gran extensión, en el centro de un país muy cultivado, hay una hermosa ciudad, que contiene una gran población. Los edificios son espaciosos, las calles anchas y regulares; ocho conventos, y un hospital para enfermos se encuentran dentro de la ciudad, que está rodeada por una antigua muralla árabe.”
Estamos hablando de 1808, cuando Ciudad Real estaba totalmente amurallada y aún conservaba sus barrios tradicionales. La pregunta es obvia: ¿cómo sería y qué sería actualmente de Ciudad Real si hubiera conservado todo ese patrimonio? Desgraciadamente esta pregunta es aplicable a muchas otras ciudades, pueblos o zonas y la respuesta es que es algo que ya no podremos saber jamás.
Sir Andrew Leith Hay de Rannes nació el 17 de febrero de 1785 en Aberdeen, falleciendo el 13 de octubre de 1862. Fue un soldado escocés, político del Partido Liberal Escocés y escritor.
Era el hijo mayor del general Alexander Leith Hay de Rannes y Mary Forbes de Ballogie. Entró en el ejército como alférez en 1806, fue a la península en 1808 y sirvió durante la guerra hasta 1814. Cuando el general Leith fue nombrado gobernador de Barbados en 1816, su sobrino lo acompañó y desempeñó las funciones de secretario militar y también las de ayudante del intendente general y ayudante del ayudante general.
Después de retirarse del ejército, centró su atención en la política, participando en la agitación que precedió a la aprobación de la Ley de Reforma de 1832. Poco después de ingresar en el parlamento, su preparación como orador y su conocido con asuntos militares atrajo la atención de Lord Melbourne, quien le nombró Secretario de Artillería en 1834, siendo elegido miembro de la Royal Society ese mismo año, continuando en el cargo hasta 1847.
Fue nombrado caballero comendador de la orden de Carlos III de España y miembro de la Legión de Honor.
- Fuentes: A narrative of the Peninsula war (Andrew Leith Hay). Imprenta de James Moyed. Londres. 1850. hmong.es/ Leith Hay